sábado, 5 de marzo de 2011

La llegada

Sus cabellos eran como mil estrellas encendidas
su perfume, la brisa del ocaso
cabalgaba infinito sobre el estéril mundo atormentado
sobre el mundo atormentado por el miedo y el deseo
entre el mundo atormentado por su propia debilidad
cabalgaba
cabalgaba
Sus manos aferraban las riendas de seda sin titubeo
su rumbo era extremadamente seguro
Llevaba mil años esperando, y ahora, cabalgaba.

Si lo hubieses visto entonces te habrías detenido durante un instante. Habrías percibido en su perfume la brisa del ocaso y habrías sentido una sensación extraña, de vacío. Luego habrías comprendido que todo estaba llegando a su fin, pero, cuando su silueta hubiese abandonado el horizonte esa certeza comenzaría a abandonar tu memoria, como el efímero recuerdo de un sueño.

Había llegado el tiempo de que él cabalgase. Sabía que algunos lo estarían esperando; pero no la mayoría.

2 comentarios:

  1. Me encanta lo de Llevaba mil años esperando, y ahora, cabalgaba.
    Parece una frase simple, pero me sugiere muchas cosas. Sí, me encanta.

    Y además me alegro mucho de tu regreso a este blog. Se agradece poder leer algo tuyo de vez en cuando, aunque también he de decir que me habría gustado mucho más si te lo hubiese oído leer a ti... Regresa al Aula, por favor.

    ¡Un beso!
    Y a ver si repetimos otro viernes de esos sin coherencia alguna...

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  2. No merezco a una comentarista tan genial como tú, gracias por venir y darle vida a mis palabras (a veces pienso que caen como losas en el vacío estéril).

    He pensado que estaría bien ir el viernes que viene. Y así os veo a TODOS.

    Los viernes sin coherencia son mi especialidad, me encantó pasar el último contigo.

    Besos de colores!

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